lunes, 11 de noviembre de 2013

6.- La excepción vasca

Como decíamos ayer... en este caso hace tres meses. 

Pero aquí estoy otra vez, con más madera, hispánica. Hoy le toca a los vascos. 

El nacionalismo vasco surgió en el siglo XIX. Nada de especial. En el siglo XIX se formularon todas las identidades nacionales de Hispania, incluido el españolismo madrileño que hoy gobierna escondido tras la bandera del no-nacionalismo o, en todo caso, de una especie de nacionalismo natural u orgánico. Pero hoy iba con lo vasco, con su particular hecho diferencial.

El caso es que como todos los nacionalismos, el vasco descansa tanto sobre invenciones poéticas como sobre realidades sociales, pues al fin y al cabo son las personas las que atienden a aquellas. ¿Y sobre que diferencial realidad social se asentó o vasco? A eso quiero responder, y lo hago con los datos, apabullantes, del Censo de Floridablanca, de 1787, una época de placidez histórica en la península, casi un marasmo. Aunque ya poco quedaba, pues el terremoto de la Revolución Francesa habría de sacudir a la ensimismada España hasta sus cimientos. Pero veamos qué radiografía hizo Floridablanca de aquella sociedad tan tradicional y homogénea en apariencia. 

Para terminar la introducción, una aclaración: los datos del Censo vienen por provincias, que no coinciden con las actuales, de modo que agrupo por CCAA. 

1. Población noble.

En las provincias vascas casi el 40 % de la población era noble. Una cifra asombrosa, sobre todo si se compara con el 0,1 % de la población noble en Valencia o el 0,2 % en Cataluña. Estos nobles vascos, eran, claro, simples agricultores en su inmensa mayoría, pero eran dueños de sus tierras y herederos de unas tradiciones de hombres libres y un orgullo de cristianos viejos, es decir, eran hidalgos. Nada menos que el 42 % de la nobleza española vivía en Vascongadas y Navarra. El otro 37 % de la hidalguía española se repartía por lo que hoy es Castilla y León con Santander. Así que a principios del siglol XIX, el grueso de la hoy mítica hidalguía española se concentraba en las provincias vascas y sus alrededores.

En el mapa podéis ver el porcentaje de población noble por CC.AA. Menor del 0,5 % en las regiones de tradición catalana; del 0,5 al 1 % en la mitad sur de España y del 1 al 5 % en la mitad norte salvo en el actual País Vasco, donde la población noble era del 37,5 %. 


Vuelvo a avisar que aunque se ven los límites provinciales, los datos están ordenados por CC.AA. Y aclaro también que una meiga informática me sabotgea León, que debía aparecer marrón clarito, como las provincias de alrededor. 

En la aproximación histórica habitual, el nacionalismo vasco hunde sus raíces en el Dios, Patria, Rey y Fueros del carlismo, que fue defendido por  buena parte de la España Ibérica, del Macizo Ibérico, me refiero. El carlismo fue un movimiento reactivo y tradicionalista, pero en Vascongadas y otras zonas de Castilla y León o incluso en Valencia, en el poco poblado Maestrazgo, la hidalguía era también lo más parecido a una protoburguesía, una población que contra el tópico del hidalgo rentista vivía de su trabajo, de su esfuerzo, de sus propiedades y de sus pequeños negocios. Una población con una mínima educación, un orgullo de clase media y una cierta independencia económica. En el resto de España la sociedad desapareció, diluida por los cambios políticos, sociales y económicos, pero en el País Vasco no, y en especial en Vizcaya y Guipúzcoa, pues en estas provincias los hidalgos eran la mitad de la población.

2. Agricultores y jornaleros. 

En la tabla siguiente aparece la relación entre agricultores y jornaleros del censo de Floridablanca para las actuales CC.AA. En rojo, aquellas comunidades en las que había más jornaleros (contratados) que agricultores trabajando sus propias tierras, con el número de jornaleros por agricultor; y en rosa las comunidades donde ocurría lo contrario, con el número de agricultores libres por cada jornalero. 

De nuevo salta la excepción de Vascongadas, donde apenas había jornaleros. Y en el extremo opuesto se encontraba Andalucía. Hoy asociamos jornaleros a pobreza, pero no hay que llevarse a engaño. En la época del censo de Floridablanca, Andalucía era posiblemente la región más rica de España. Y no solo era el producto del campo. Andalucía tenía una fuerte y original cultura propia, tan fuerte que acabó por  asimilarse a lo que hoy se considera constitutivo de la cultura española, como el toreo clásico, que entonces era un estilo de lidia andaluz. Y esta hegemonía cultural la logró Andalucía contra una tradición castellana del norte, hidalga y en buena medida vasco-navarra. 

Andalucía tenía también algunas de las mayores comunidades urbanas de España, y Cádiz era la más próspera ciudad comercial del país, gracias al tradicional monopolio de su comercio americano. Málaga también era un puerto activo y en toda la región bullía una importante y activa burguesía comercial, una burguesía que a principios del XIX se convertiría en el principal apoyo del proyecto liberal. 

En mi opinión, en el siglo XIX se libró una difusa guerra entre el norte y el sur de España para definir lo que habría de ser la nación española moderna. Las guerras carlistas fueron parte de esa guerra civil, y como es sabido, los carlistas perdieron. Y perdió la sociedad hidalga que apoyaba al carlismo y, en general, el norte de España contra el sur. Pero la guerra no solo fue militar, fue también política, cultural y económica. Y sucedió que el sur impuso los valores políticos liberales y en buena medida su cultura, aunque su  sociedad, formada por unas cortas élites ligadas al poder político y una masa de jornaleros dependientes, perdió la guerra económica frente a la mezcla de independencia e igualitarismo social que derivaba de la fuerte tradición hidalga de los vascos o la otra tradición mercantil de Cataluña. 

De la experiencia de esa guerra surgió el nacionalismo vasco, que dio nueva expresión a aquella sociedad hidalga española despojada y perdedora mediante el rechazo primero al liberalismo, luego al Rey, o más bien a la Reina Isabel II, y más tarde a España, de modo que quedaron la Patria y los Fueros hechos una misma cosa. Aquella orgullosa hidalguía vizcaína española se refugió en lo local para conservar sus esencias, en sus valores tradicionales y se convirtió en separatista, en antiespañola, ya que España misma se había separado de su tradición. 

Son cosas que pasan. 


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